domingo, 11 de marzo de 2012

Acerca de vacas sagradas...

Simon Newcomb fue un astrónomo y matemático norteamericano, con capacidad para el cálculo; llegando a ser muy famoso por la precisión de sus cálculos astronómicos y sus mediciones.
Según cuentan, en el año de 1903, en un trabajo dedicado a la mecánica aeronáutica, quiso demostrar la imposibilidad matemática de volar con una máquina más pesada que el aire. Todo el mundo aceptó su idea, pues –viniendo de quien venía—no existían motivos para discrepar con él.
En diciembre de ese mismo año, un par de mecánicos de bicicletas, los hermanos Orville y Wilbur Wright se encargaron de enseñarle a quienes pensaban así, cuán equivocados estaban. Y reafirmaron una vez más, que
lo que hoy es una gran verdad, afirmada y respaldada por científicos y por el mundo del conocimiento, puede que el día de mañana descubramos que se trata de una gran mentira. Los hermanos Wright, quizás porque desconocían el trabajo de Newcomb, siguieron adelante, pisoteando lo que para muchos sería una verdad absoluta.
En uno de los cuatro textos hindúes más sagrados y más antiguos, el Rigveda, está escrito que las vacas son sagradas, pues representan la generosidad de la tierra, el amor materno y la santidad de la vida.
De igual manera, tanto en nuestro diario vivir, como en el mundo del conocimiento existen vacas sagradas. Están representadas en un grupo de normas, actos, códigos de comportamiento, frases y formas de pensar, en las que creen los hombres, fundamentalmente porque éstos siempre han creído en ellas, y siempre han funcionado. No encuentran un motivo por el cual habrían de dejar de hacerlo ahora.
Esas “vacas” han sido transmitidas de generación en generación. Puede ser que contengan elementos valiosos, o que en algún momento estuvieran llenas de sentido y auténtico valor.
Pero muchas veces, ya no encajan en nuestro tiempo, han sobrepasado su tiempo útil, permaneciendo fijas en su lugar mientras a su alrededor evoluciona la sociedad, el mundo y la cultura en general. Pasa el tiempo, y lejos de ser un sólido mástil al cual aferrarse en tiempos de tempestad, se convierten más bien en un lastre que acaba por hundir a quienes a ellas se aferran.
Por ello, cuando nos topemos con lo que podría ser una “vaca sagrada”, debemos agudizar nuestros sentidos y nuestro ingenio, para no aceptarlas como verdades absolutas, pues solo así romperemos paradigmas…