viernes, 26 de marzo de 2010

Tengo un sueño...

Martin Luther King 
Nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia, Estados Unidos. El 28 de agosto de 1963 las 200.000 personas que habían marchado sobre Washington en apoyo de los derechos civiles, le oyeron pronunciar su más famoso discurso:

Tengo un sueño, un solo
sueño, seguir soñando.
Soñar con la libertad, soñar
con la justicia, soñar con la
igualdad y ojalá!!... ya no
tuviera necesidad de soñarlas.



Soñar a mis hijos, grandes,
sanos, felices, volando
con sus alas,
sin olvidar nunca el nido.

Soñar con el amor con
amar y ser amado
dando todo sin medirlo
recibiendo todo sin pedirlo.

Soñar con la paz en el mundo,
en mi país... en mi mismo,
y quién sabe cuál es
más difícil de alcanzar.

Soñar que mis cabellos
que ralean y se blanquean
no impidan que mi mente
y mi corazón sigan jóvenes,
y se animen a la aventura,
sigan niños y conserven la
capacidad de jugar.

Soñar que tendré la fuerza,
la voluntad y el coraje
para ayudar a concretar mis
sueños en lugar de pedir por
milagros que no merecería.

Soñar que cuando llegue al
final podré decir
que viví soñando y que
mi vida fue un sueño soñado
en una larga y plácida noche
de la eternidad.

La Carpintería

Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba todo el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo.
Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo juego de ajedrez.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
"Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos".
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de producir y hacer cosas de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán.

Cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.
Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos.

Las 7 maravillas...


Cuentan que un grupo de estudiantes de Geografía, estudiaban las Siete Maravillas del Mundo.
Al término de la clase, se les pidió hacer una lista de las que ellos consideraban deberían ser actualmente las Siete Maravillas del Mundo.
A pesar de algunos desacuerdos, la mayoría votó por lo siguiente:
Las Pirámides de Egipto.
El Taj Mahal.
El Gran Cañón.
El Canal de Panamá.
El Empire State.
La Basílica de San Pedro.
La Muralla China.
Mientras se hacía la votación el maestro notó, que una estudiante permanecía callada y no había entregado aún su lista.
Así que le preguntó si tenía problema para terminar de hacer su elección.
La muchacha tímidamente respondió. "Si, un poco. No podía decidirme pues son tantas las maravillas"
El maestro dijo: "Bueno, dinos lo que has escrito y tal vez podamos ayudarte".
La muchacha titubeo, y después leyó, Creo que las Siete Maravillas del Mundo son:
Poder tocar.
Poder saborear.
Poder ver.
Poder escuchar.
Titubeando un poco continuo:
Poder sentir.
Poder reír.
Y... Poder amar.
Al terminar de leerlas el salón de clase quedó en un silencio absoluto.
Es muy sencillo para nosotros poder ver muchas de las hazañas del hombre y referirnos a ellas como maravillas, cuando a veces pasan desapercibidas las maravillas que Dios hizo por nosotros y que son sencillamente "comunes".
¡Que hoy te acuerdes de aquellas cosas que son realmente Maravillosas!