domingo, 1 de enero de 2012

GRATITUD

Para Lao-Tse “El agradecimiento es la memoria del corazón”.

Para la Real Academia, es acción y efecto de agradecer, que a su vez es sentir gratitud. Llegados a este punto, nos dice que gratitud (del latín gratitūdo) es un sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera.

Así las cosas, la gratitud es una acción (sentimiento-acción, diría mejor) que implica, entre otros elementos, recordar y corresponder. El recordar es traer al presente algún recuerdo, sacar de la memoria, ese gran archivo del ser humano, algún dato específico y tenerlo allí, tan presente, como si se estuviera viviendo nuevamente. No se trata de vivir en el pasado, no, para nada. Se trata de echar un vistazo a lo que ya pasó, para volver a experimentar las sensaciones que produjo en su momento, y para contrastarlo con la realidad. Y para repetir, o evitar –según sea el caso—aquello que sucedió.

Corresponder, por su parte, es pagar con igualdad, en forma recíproca. De esta manera, la gratitud se convierte en un sentimiento que nos obliga a recordar lo bueno que nos han dado, o han querido darnos, y corresponder con ese mismo sentimiento a aquel lugar o persona de donde vino.

El hombre mide el tiempo para poder entender de alguna forma su existencia. Se paraliza ante la inmensidad que lo rodea, por eso prefiere cortarlo todo, pues los pedazos resultantes son más fáciles de digerir que el espacio infinito o la abrumadora eternidad.

Todo comienzo de año, por más ficticio que pueda ser un calendario, es entonces un buen momento para trazarnos metas, para trazarnos objetivos. Algunos nos sirven para crecer en lo material: una mejor casa, un nuevo automóvil, un ascenso. Otros, nos permiten crecer como seres humanos, nos permiten ser mejores.

Por eso, he procurado que mi proyecto para este año sea aprender la gratitud. Por encima (o al margen, según se vea) de proyectos laborales, familiares o académicos (o quizás más bien junto a ellos), es mi mayor esperanza aprender la gratitud. La gratitud en todas y cada una de sus dimensiones, cualesquiera que sean, y así poder terminar cada día con una sonrisa en mi boca y un “gracias” en la mirada. Y que mis actos lo griten a los cuatro vientos.